viernes, 30 de octubre de 2009

Palabras del Papa:

“Seguidor fiel de Jesucristo, en el ejercicio abnegado del ministerio sacerdotal, fue el beato Marianito de Jesús Euse Hoyos. Desde su íntima experiencia de Dios, se comprometió incansablemente en la evangelización de niños y adultos, especialmente de los campesinos. No ahorró sacrificios ni penalidades, entregándose durante casi cincuenta años en la modesta parroquia de Angostura, en Antioquia, a la gloria de Dios y al bien de las almas que le fueron encomendadas.
Que su luminoso testimonio de caridad, servicio, solidaridad y perdón sirvan de ejemplo en Colombia y también sea una valiosa ayuda para seguir trabajando por la paz y la reconciliación total en ese amado país. Si el 9 de abril de hace cincuenta y dos años marcó el inicio de violencias y conflictos, que por desgracia duran aún, que este día del año del gran jubileo señale el comienzo de una etapa, en la que todos los colombianos construyan juntos la nueva Colombia.
Quisiera que la figura radiante del beato Marianito apareciera a los ojos de toda la sociedad colombiana como un don de paz. Colombia alcanzará la paz si respeta siempre y en todas partes el sagrado e inviolable derecho a la vida. La paz, don de Dios, es también tarea del hombre. Por eso, todos los colombianos, sin excepción alguna han de colaborar a construirla, rechazando toda forma de violencia, luchando contra la pobreza, el hambre, el desempleo, los conflictos armados, los secuestros de personas, el narcotráfico y la degradación de la naturaleza. Que el ejemplo del Padre Marianito os ayude a ser cada vez más conscientes de que la paz y el desarrollo integral y solidario deber marchar permanentemente unidos”.
Juan Pablo II, con motivo de la beatificación del Padre Marianito.
Beatificación:
El 5 de junio de ese año el Santo Padre señala el domingo 9 de abril del año jubilar de
2000 para la ceremonia de beatificación, en la Plaza de San Pedro, en Roma, en la que Juan Pablo II expresó:
Si el 9 de abril de hace cincuenta y dos años marcó el inicio de violencias y conflictos, que por desgracia duran aún, que este día del año del gran jubileo señale el comienzo de una etapa en la que todos los colombianos construyan juntos la nueva Colombia, fundamentada en la paz, la justicia social, el respeto de todos los derechos humanos y el amor fraterno entre los hijos de una misma patria.

viernes, 23 de octubre de 2009

Biografía del Padre Marianito



EL PADRE MARIANITO", como cariñosa y popularmente se le conoce, nació en Yarumal, al Norte de Antioquia, el 14 de octubre de 1845, en la casa del cruce de la calle 20, con carrera 20, en el seno de una familia profundamente católica.



Sus padres fueron Pedro José Euse Bustamante y Rosalía de Hoyos Echeverri. La fe profunda de los ascendientes del "Padre Marianito" permitió que allí se gestaran vocaciones sacerdotales, la suya propia y las del obispo Valerio Antonio Jiménez de Hoyos, su primo segundo, y del Padre Fermín de Hoyos, tío materno, vinculados luego con el Padre Marianito", en cuanto que del primero recibió la ordenación sacerdotal y del segundo fue coadjutor en San Pedro de los Milagros (Antioquia). Por línea paterna, hallamos al padre José María, tío tercero.



Bautizado en su pueblo natal al día siguiente de su nacimiento, recibió el sacramento de la confirmación el 22 de septiembre de 1847, en Girardota (Antioquia), de manos de monseñor Juan de la Cruz Gómez Plata, monseñor segundo obispo de Antioquia.
Creció en un ambiente campesino del que recibió profundos e imborrables influjos que luego marcarían la sencillez característica de su vida, la reciedumbre de su espíritu y la radicalidad de su entrega incondicional y generosa a su ministerio sacerdotal.



Creció en un ambiente campesino del que recibió profundos e imborrables influjos que luego marcarían la sencillez característica de su vida, la reciedumbre de su espíritu y la radicalidad de su entrega incondicional y generosa a su ministerio sacerdotal.
En 1860 ingresa al Colegio de San José de Marinilla (Antioquia), donde estudia matemáticas, geografía, historia y lengua castellana. Aprueba con óptimos resultados sus estudios y decide ingresar al Seminario de Medellín con el fin de hacerse sacerdote.

El Seminario lo acoge desde el 3 de febrero de 1869. Con frenesí y constancia asume su proceso de formación sacerdotal, hasta el día 14 de julio de 1872 cuando, de manos del obispo sacramento Valerio Antonio Jiménez de Hoyos, recibe el sacramento del orden Sacerdotal.
Inicia su apostolado como coadjutor del padre Fermín de Hoyos en la parroquia de San Pedro de los Milagros (Antioquia). Allí permanecerá entre agosto de 1872 y abril de 1876, distinguiéndose por la consagración a sus deberes sacerdotales, el manejo honesto de los recursos que la feligresía donaba para el culto y su decisión de emprender grandes obras como la basílica menor que hoy es orgullo de aquella región.
El 15 de abril de 1876 es nombrado coadjutor del padre Rudesindo Correa, párroco de Angostura (Antioquia). El 30 de noviembre de 1878 es nombrado cura en propiedad de Sabanalarga, en el occidente antioqueño. El 21 de enero de 1882 pasa definitivamente a Angostura, esta vez en calidad de párroco perpetuo. Los examinadores diocesanos reconocen en él al poseedor de la ciencia y los conocimientos necesarios para desempeñar este trabajo sacerdotal.




- El ejercicio de su misión se hizo muy difícil dadas las guerras civiles de la época, en las que ciertamente el Estado de Antioquia no estuvo muy comprometido, lo cual no obstó para que recibiera los influjos negativos producidos por los conflictos bélicos nacionales.
Su trabajo pastoral se desarrollo especialmente entre los pobres y los humildes, siguiendo al pie de la letra el ejemplo y la enseñanza de su Maestro, Jesucristo. Siempre demostró una especial predilección por los grupos humanos más marginados de las posibilidades económicas y de los reconocimientos sociales.
Desde entonces empieza a ser llamado, en reconocimiento a su solicitud siempre por los más desposeídos, "PADRE MARIANITO". También se destacó por su asistencia a los enfermos, muchos de los cuales recibieron el alivio, gracias al don de la sanación que Dios le había concedido.
La intensidad de su trabajo y su avanzada edad diezmaron su salud. A la edad de ochenta años, pronto a cumplir ochenta y uno, y después de casi cuarenta y tres años (43) de dedicación pastoral a la parroquia de Angostura, muere el 13 de julio de 1926.
- Fue sepultado en medio del dolor de su feligresía, la que ha transmitido, a través de las generaciones, el respeto por las virtudes y la obligación de la alabanza a Dios por los favores concebidos en razón de su intención.
El 10 de octubre de 1980, la Congregación para la Causa de los Santos acoge con beneplácito el proceso de su beatificación. Diez años después, el 3 de marzo de 1990, son proclamadas sus virtudes heroicas y empieza a ostentar el título de "Venerable".

El 26 de marzo de 1999, el Papa Juan Pablo II asiste a la ceremonia de la lectura y aprobación de decretos de reconocimiento de milagros y rubrica el correspondiente a un favor obrado por intercesión del Padre Marianito. El 5 de junio de ese año el Santo padre señala el domingo 9 de abril del año jubilar del 2000 para la ceremonia de beatificación, en la plaza de San Pedro, en Roma.
El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos se convierte para la Iglesia de Colombia en una circunstancia muy especial que invita a una profunda renovación, desde la santidad. Se trata de un sacerdote secular que enseña a todos que la vocación del cristiano es LA SANTIDAD. No se trata, por el contrario, de un hombre, como suele suceder equivocadamente con los santos, más de la leyenda magnificante que desborda las fronteras de la imaginación, sino de un personaje de carne y hueso de alegrías y dolores, de gozos y de padecimientos, que supo muy bien asumir con la altura de rigor su humanidad y su ministerio sacerdotal.

El acontecimiento fausto de la beatificación del Padre Marianito debe crear en todos los colombianos las ansias de una verdadera paz que nace de la zona más honda del corazón y que está siempre premiada por los anhelos de la santidad. Ser cristiano implica la obligación de ser santo.